¡Es el Riesgo!

Hoy les quiero compartir otra de mis experiencias. En este caso es la historia de Ana.

 

Un dia a mi oficina llegó Ana; venía con el ánimo de recibir asesoría porque quería hacer un reclamo formal ante la entidad que le manejaba sus recursos en un Fondo de Inversión Colectiva (FIC) dado que ese fondo le había generado pérdidas en los seis meses anteriores. Se trataba de un FIC que invertía únicamente en acciones inscritas en la Bolsa de Valores y cuya rentabilidad, efectivamente, había sido negativa en el semestre inmediatamente anterior. Por cada 100 dólares que había invertido inicialmente, el Fondo solo le devolvía a Ana 97,5 dolares despues de los seis meses de inversión. Para ella eso era inconcebible pues, además, le habían cobrado comisión de manejo.

 

Ana con 56 años de edad, ama de casa, viuda y con 4 hijos que vivían en el exterior, era una mujer de una apariencia angelical. Mi primera impresión al verla fue que parecía la esposa de Santa Claus. Simplemente lucía tan “buena como el pan”.

En primera instancia le pedí a Ana que me contara un poco de su historia incluyendo, por supuesto, la parte financiera. Ana había enviudado hacía cerca de un año y su difunto marido, por decisión personal, nunca había cotizado a la seguridad social en pensión pues era independiente y su sustento lo derivada de una pequeña flota de taxis (6 taxis) que le generaban los ingresos suficientes para sus subsistencia. Tras la muerte de su marido, Ana se encontró con que, además de no tener pensión de supervivencia, para ella iba a ser difícil seguir administrando el negocio heredado y decidió vender los taxis. Su plan era que el dinero producto de la venta de esos activos (cerca de USD 200.000) colocados a una alta tasa, le darían una renta mensual suficiente para sustentar sus gastos y le sobraría para ir aumentando gradualmente su capital. Un plan bastante razonable pensando que ella quería tener una vejez tranquila. Pero Ana quería la tasa de rendimiento más alto que pudiera encontrar, sin importar el riesgo que pudiera asumir. Para ella, el riesgo de sus inversiones no contaba. En mi opinión, para Ana el equivalente a USD 200.000 le iba a permitir darse una gran vida. Y hubiera podido tener razón.

Acudió a la sociedad administradora de FICs y preguntó cuál era el Fondo que mayor rentabilidad ofrecía. A través de un asesor, esta sociedad le informó que para el último año la cartera más rentable había sido un Fondo que invierte sólo en acciones inscritas en la Bolsa de Valores. Efectivamente, el año inmediatamente anterior al inicio de la inversión de Ana las acciones locales habían tenido una valorización importante. No obstante, el ciclo de alza de las acciones, para el momento en que Ana pretendía invertir, ya mostraba algunos signos de agotamiento. Su asesor en el FIC le dio toda la información correspondiente y le sugirió otras alternativas menos rentables pero más seguras. Además, este asesor le advirtió que la gestión de los FICs es de medio y no de resultado; esto quiere decir que el Fondo no le puede garantizar a sus clientes ninguna rentabilidad futura sobre las inversiones pues el rendimiento depende del comportamiento de mercado de los activos que formen parte del fondo. Ante la insistencia de Ana de que quería el fondo de acciones pues era el más rentable, el asesor le abrió la cuenta y la vinculó. Las acciones empezaron a caer y el resultado para Ana fue negativo. Revisando el caso, la queja de Ana tenía poca posibilidad de prosperar dado que la Sociedad Administradora le había prestado la debida asesoría a su cliente advirtiéndole de todos los riesgos involucrados. La verdad es que Ana o no oyó o no quiso oír, pero el establecimiento tenía todos los soportes para demostrar su buen obrar.

Ante la respuesta, Ana me pregunto qué inversión de alta rentabilidad yo le aconsejaba. Mis recomendaciones apuntaron, más que a la rentabilidad, a los siguientes aspectos:

Conocer muy bien cuanto necesitaba para su subsistencia y ser muy cautelosa con los gastos hasta que pudiera tener muy bien definidos los rendimientos y flujos que podría recibir de sus inversiones. La resaca de una “fiesta” con el dinero puede ser muy dolorosa. Cautela ante todo con los gastos.

Entender muy bien los riesgos a los que se expone con cada inversión y en caso de no entender bien, mejor no invertir.

Protección del Capital. Buscar inversiones que pudieran ofrecerle tranquilidad sobre el capital invertido aún a costa de una rentabilidad menor.

La conversación siguió y Ana me contó que había estado averiguando por una inversión de muy alta rentabilidad que ofrecía rendimientos de hasta 30% mensual (!!!). Ella había estado averiguando en detalle las condiciones de la inversión y por su descripción rápidamente entendí que se trataba de lo que es conocido internacionalmente como Esquema Ponzi o Pirámide Financiera. Este esquema fraudulento fue diseñado inicialmente por Carlo Ponzi hacia el año 1920. Ponzi tomaba dinero de inversionistas ofreciéndoles jugosas ganancias en intereses, los mismos que se pagaban tomando dinero de nuevos inversionistas que acudían a él invitados por los inversionistas del esquema que ya reportaban jugosas ganancias. La pirámide se derrumba cuando no hay nuevos inversionistas y ya la estructura no tiene con qué pagar los altos rendimientos y ni siquiera alcanza para devolver el capital invertido a quienes aún se mantiene en el esquema. Por este mismo delito,  en el año 2009 la justicia de los Estados Unidos condenó a Bernard Madoff a 150 años de cárcel por defraudar a sus inversionistas en un monto cercano a 50.000 millones de dólares.

Le detallé a Ana toda esta historia; le advertí que se trataba de una inversión que podía resultar fraudulenta y que todo su capital podría estar en riesgo. Casi le rogué que lo descartara. Pero para Ana la decisión ya estaba tomada: llevaría todo su dinero al esquema, en ese momento, sospechoso de pirámide financiera. Le ofrecía lo que ella quería: el más alto rendimiento.

Ana salió de mi oficina y nunca mas la volvi a ver. Un mes después de nuestra reunión, en las noticias el principal titular mencionaba la gran estafa de la que habían sido víctimas los inversionistas de la pirámide financiera que Ana me había descrito con lujo de detalles.

Todavía rezo para que Ana no haya alcanzado a entrar en ese negocio. Y si entró, que haya salido a tiempo. Señor lector, rece conmigo.

Lorenzo Ordonez